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El extraño caso del payaso de nariz colorada

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  Al principio no lo odié. Comprendí que, a causa de la pandemia, estaban surgiendo miles de maneras de ganarse la vida. Pero ésta, sí que era inverosímil y sacrílega. Por esa época, yo volvía todos los días de Capital en el tren de las 21.45 hs., subía las escaleras e ingresaba, junto a la masa de trabajadores esenciales, al puente sobre las vías de la estación de Lomas de Zamora para cruzar y bajar hacia la calle Laprida. El puente estaba cada vez más ocupado por vendedores de productos varios, aunque a esa hora sólo quedaban el vendedor de barbijos, la vendedora de sahumerios y él, el payaso que tocaba una flauta melódica con teclas que, por un completo irrespeto a Mozart “ pace all´ anima sua ” completaba dos octavas y le sobraban tres teclas. Tenía puesto un traje de raso, mitad azul y mitad blanco, un gran moño rojo en el cuello, zapatillas Puma grises, o tal vez blancas y sucias, y una nariz colorada de plástico sujetada a su rostro por una banda elástica, lo que hacía que se

Casi tres veces

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  l Santiago la vio venir en dirección recta hacia él, caminando segura, sin vacilaciones. Le pareció que estaba mal, algo andaba mal. Los separaban sólo unos treinta pasos y él presintió el peligro. Ella parecía enfurecida. A medida que se acercaba, se dibujaba más claramente su rostro desencajado por la ira. Santiago, clavado en el piso, transpiraba. Sabía que, desde niño, por las noches hablaba dormido, dejaba escapar en sonidos su deseo expresado en sus sueños. Pero... nunca había pasado nada...hasta que se acostó con una tal Laura ¿Habrá soñado con ella? ¿Acaso su mujer, Marisa, espió sus sueños de billetes desparramados sobre sábanas exhaustas?   ¿Lo escuchó y ahora todo estaba perdido? ¿Soñó con la prostituta más linda que haya conocido? No lo recuerda... Los pasos de Marisa retumbaban en sus oídos, cada vez más cercanos se confundían con los latidos de su corazón.  Santiago pensó que tenía “ casi” la absoluta certeza de que había hablado en sueños. Comenzó a temblar. Volvi

Enemiga mía

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  Desde que nos vimos por primera vez nos juramos odio eterno. Ya no recuerdo cuánto tiempo hace desde aquél día, ni tampoco recuerdo cómo fue. Pero fue el inicio. Siempre sabías dónde buscarme, siempre acechándome. Sin embargo yo advertía tu presencia maligna aún sin verte y entonces me escondía vigilándote desde algún sitio seguro y allí estabas, lista para atraparme, para aplastarme con el peso hediondo de tu sed de muerte. Ya sé no me lo digas, me odias y yo también te odio, te resulto repulsiva, macabra, perversa. Por eso, ese día cuando nos miramos a los ojos, juramos que una de las dos debía morir, inevitablemente. Debíamos esperar, sólo eso, esperar que se diera la oportunidad. Hacía meses que venía planeando este viaje. La ciudad de Sydney era desconocida para mí puesto que nunca había salido de los límites de Buenos Aires. Ni siquiera había podido observar la fauna tan característica de Australia, un canguro o un koala, ni aún en el zoológico. Pero la beca de estudio en

La Mamma

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  Cómo te extraño! No te das una idea lo difícil que se me hace intentar retener mis lágrimas cuando tu recuerdo me invade. No puedo dejar de pensar en tu partida incierta, sarcástica y brusca, no puedo evitar imaginarme quién será tu dueño, cómo serán las manos que ahora te acarician, las que se pasean por vos disfrutando cada instante, cada milímetro de tu superficie, por cuáles caminos tapizados de hojas  grises te moves, tan grises como mi propia vida. Si me extrañas es algo que no sabré, ni tampoco si fue el destino o tal vez, fui yo mismo quien te dejó partir. Pero culpable, hay una sola. Nunca me olvidaré de ese día. -Hola -¿Ya llegaste? -me dijo Catalina- Pensé que venias más tarde hoy. ¿No ibas a jugar al tenis con Claudio?  No escuché que entraras el auto. -Es que me olvidé el bolso  y tengo que volver a salir. -¿Todo bien mi amor?- dijo con voz melosa - . -Bien.- " ¿ Y esta pregunta a qué vendrá?" -pensé-. -En la oficina,  ¿ alguna novedad...?  ¿estas de buen

Yo... Argentina

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Sonó el timbre. Su vecina ya le caía encima para contarle del nuevo asalto en el barrio y que un desconocido se había colgado de algún teléfono de la cuadra   ─¿No será del suyo Pantaleón?   Volvió y cayó pesadamente en la silla naranja vintage, años 70. Crónica seguía inmutable:  "El informe presentado por la diputada Anita del “Frente No Podemos” fue defenestrado en el Congreso por presentar faltas de ortografía y frases sumamente obsecuentes para con el presidente de la Cámara de Diputados, lo que provocó fuertes náuseas y varios vómitos entre los allí presentes. Mientras que el diputado Alonso del “Frente Ya Vamos a Cambiar” se levantó en medio de la sesión y salió corriendo con rumbo desconocido para no regresar nunca más. Pasando al ámbito internacional, nuestros ciudadanos han tenido inconvenientes para ingresar a otro país porque el plástico que cubre la foto del pasaporte se despega con facilidad. Sólo se puede ingresar a Rusia por los lazos de amistad con la Argentina

Tango y Patria

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TANGO Y PATRIA Y yo me hice en tangos, me fui modelando en barro, en miseria,   en las amarguras que da la pobreza, . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .   y yo me hice en tangos porque... porque el tango es macho, porque el tango es fuerte,   tiene olor a vida, tiene gusto a muerte. Celedonio Esteban Flores   (Versión de Julio Sosa) Escucháme César, yo no sé por dónde andarás ahora pero cómo me gustaría que leyeras esto, porque hay cosas, palabras, que uno lleva mordidas adentro y las lleva toda la vida, hasta que una noche, uno siente que debe escribirlas, decírselas a alguien... Yo sabía cuánto la deseabas, y también supe cómo de a poco, fue muriendo en ella lo que sentía por vos. Fue a causa del tercero que se metió para joderlo todo, lo supe... lo supe desde el comienzo. Hoy quiero contártelo. Esa chirusa vestida de negro me espera en la yeca, está ansiosa por llevarme no sé a qué tugurio impregnado de olor a pucho y ginebra. Y ten